Normalmente, a la mayoría de gente cuando le preguntan qué tal comen siempre te contestan que bastante bien, incluso muchos de ellos te dicen que comen sano. Sus argumentos se basan en todo aquello que han visto, aprendido y compartido con sus familias y que han integrado en su subconsciente como alimentación sana (si mis padres lo comen, seguro que ha de ser saludable). Por otro lado, muchas personas que están por debajo de los cincuenta años comen todo aquello que su sentido común les dice que es bueno. Confiados en que “el cuerpo lo aguanta todo” van haciendo, dejándose llevar por su paladar y por las tentaciones gastronómicas que nos invaden en nuestro alrededor. Otros siguen los consejos que bombardean las televisiones y artículos de alimentación, donde hablan de alimentos milagrosos, que encontramos en la mayoría de revistas de todo tipo de tendencia. Y al final… ¿Quién tiene razón? Pues seguramente todos y nadie. El equilibrio es la palabra clave. Una dieta (estilo de vida) tiene que ser equilibrada, variada, nutritiva y suficiente.
Recordemos que mediante los alimentos nos nutrimos, regeneramos nuestros tejidos y órganos, obtenemos energía vital, desarrollamos nuestra capacidad intelectual y construimos nuestro día a día. Así pues, una acción como comer, que la hacemos como mínimo tres veces al día, ¿no creéis que vale la pena prestarle la atención que se merece?
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